Me acabo de chocar. Cual ostia con el coche de un conductor ebrio, clavadita. Pero no ha sido una ostia física, ni mucho menos, todos los miembros de mi cuerpo están en su sitio, o por lo menos en el lugar que antes ocupaban. Me dado una ostia contra el tiempo. No tiene porque haber sido una ostia mala, tampoco buena, eso hay que aclararlo. Ha sido una ostia, simple y llana. Una ostia contra mi yo del pasado, contra mi vida del pasado mejor dicho. Una ostia contra todo lo que antes era y lo que eso ha supuesto en lo que soy ahora.
Ha dolido, pero han sido una mezcla de punzadas de dolor y alegría. De dolor por la parte en la que desearía no haberme ido nunca, por el hecho de mirar hacia atrás y ver lo que hay ahora y desear haberme quedado allí, con ellas. Aunque empiezo a pensar que ahora adoro ese pasado por el hecho de que me sacaría de mi rutina actual, una rutina que al fin y al cabo acabaría teniendo allí también. Aun así, lo hecho de menos.
Pero siendo sinceros, esta vez gana la alegría. La alegría que ahora me provoca pensar lo que me hubiera perdido si no me hubiera ido, por ver todo lo nuevo que he conocido gracias a eso que yo antes llamaba error.
Tengo una lucha interior entre ambos tiempos, así que como dijo un antiguo filósofo, no recuerdo ahora bien si griego o latino, mirar hacia atrás es solo una forma más de perder el tiempo. Y como el mio es oro, lo tendré a buen recaudo.
Bye bye.
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